Publicado originalmente hace más de un siglo y medio, Los constituyentes chilenos de 1870, de Justo y Domingo Arteaga Alemparte, mantiene hoy su frescura original. Podría decirse, sin asomo de dudas, que es un libro que ha envejecido dignamente. Sin estridencias, en la penumbra de los anaqueles busca nuevos lectores, siempre ávidos de hallazgos literarios. Es una obra ágil, dinámica, entretenida, rápida de leer, no obstante, su contundente extensión -la edición original tiene más de seiscientas sesenta páginas-. Pese a que suele afirmarse que representa un “clásico” de la literatura chilena y que, además, es un texto indispensable para la formación de historiadores, abogados y periodistas, tanto por su relevancia documental como por el estilo narrativo, lo cierto es que este libro carece de una circulación masiva, como también el conjunto de las demás publicaciones de estos autores. Actualmente dicho volumen no se encuentra disponible en las bibliotecas universitarias chilenas. Incluso, en el ámbito académico poco y nada se conoce sobre el trabajo literario de los hermanos Arteaga. Esto ha significado que sea un libro poco leído, desconocido para el público en general. Los constituyentes chilenos de 1870 es una obra única en la literatura chilena. Escrito al calor de los acontecimientos y con una celeridad que sorprende incluso hoy en una época de frenéticos avances tecnológicos, este libro tiene un ritmo vertiginoso, rápido, muchas veces de frases cortas y punzantes; otras, las menos, de oraciones pausadas y aquilatadas.